segunda-feira, novembro 01, 2004

 

Editorial de "El Mundo"



Hay que votar a Kerry para evitar que Bush repita

Este periódico nunca se ha pronunciado sobre unas elecciones democráticas que se celebran en otro país, pero la gran trascendencia de la convocatoria del próximo martes y sus repercusiones internacionales nos determinan a pedir el voto para el senador John Kerry, virtualmente empatado en las encuestas con George W. Bush. Nuestra edición electrónica llega a miles de votantes hispanos en EEUU y EL MUNDO se distribuye en las grandes ciudades de ese país, por lo que nos dirigimos a esos lectores -siendo conscientes de que su sufragio puede ser decisivo- para que voten a Kerry. Ello supondría un castigo para la mala gestión de Bush, probablemente el peor presidente de EEUU desde los tiempos de Hoover y la Gran Depresión.

Todo va a depender previsiblemente de un puñado de votos en la decena de estados indecisos, especialmente en Florida y Pensilvania, que, por su peso electoral, pueden dar la victoria a uno u otro candidato. Pero la aparición de Bin Laden en la recta final de la campaña podría beneficiar al presidente Bush al focalizar el debate sobre la seguridad y la lucha contra el terrorismo, si bien es cierto que también pone en evidencia su fracaso en su intento de capturar al autor intelectual de la masacre del 11-S.

Las amenazas de Bin Laden contra EEUU podrían decantar hacia Bush a los votantes indecisos, reforzando el mensaje del presidente de que el país sigue todavía sumido en una guerra contra el terrrorismo islámico.

Para Europa y para España la trascendencia de estas elecciones es incuestionable, pues está en juego el convivir cuatro años más con el unilateralismo que ha impregnado las políticas de la Administración Bush o poder emprender el camino de la cooperación internacional al que el senador es proclive.

La promesa

Kerry representa otro estilo de gobernar bien distinto, mucho más basado en la racionalidad que en los prejuicios de Bush y su entorno. No es un hombre brillante, pero sí serio y conocedor por su trayectoria en el Senado de los grandes asuntos de Estado.La derecha americana le tacha despectivamente de «liberal», adjetivo que en Europa equivaldría a una posición de centro. Pero, además, su programa contrasta con el del aspirante republicano en aspectos muy importantes como la vuelta al multilateralismo, la supresión de la pena de muerte, el control de la venta de armas y la extensión de la sanidad pública.

Por contraste, como escribe hoy Ron Suskind en nuestras páginas, Bush se ha convertido en un gobernante mesiánico, rodeado de unos asesores que piensan lo mismo que él, que aleja a quien le contradice y cada vez más convencido de que Dios guía sus decisiones políticas.

Tras su discutible victoria de hace cuatro años, Bush prometió que gobernaría para todos los americanos. Pero ha hecho todo lo contrario. Ha dividido al país y lo ha alejado de sus aliados europeos, fomentando el antiamericanismo en el mundo.

El gran acontecimiento que ha marcado la gestión del actual presidente ha sido el 11-S, que conmovió a la sociedad estadounidense. Bush reaccionó al principio con prudencia, pero luego se fue radicalizando hasta cometer el gravísimo error de invadir Irak.

Para justificar el ataque contra Sadam, Bush acuñó la nefasta doctrina del ataque preventivo y despreció la legalidad internacional al no conseguir el suficiente respaldo en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero además inventó la existencia de armas de destrucción masiva y unas imaginarias conexiones del terrorismo internacional con el dictador iraquí que jamás se han podido demostrar.

Otro punto negro de la gestión de Bush ha sido la violación de los derechos humanos y de las garantías constitucionales, ejemplificados en el arbitrario internamientos de cientos de presos en Guantánamo y en leyes como la Patriot Act, que permite el encarcelamiento de cualquier sospechoso sin orden judicial.

Fracaso económico

Su política económica, al igual que la de su padre, ha sido un completo fiasco. Ha dilapidado la herencia de Clinton, dejando al país con un astronómico déficit presupuestario de 500.000 millones de dólares, tras reducir los impuestos a los ricos y aumentar el gasto militar. La creación de empleo se ha estancado, el cierre de fábricas ha empobrecido zonas como Ohio, Illinois y Pensilvania y los principales índices bursátiles están hoy por debajo de enero de 2000.

No es extraño, por ello, que una amplia mayoría de los negros, los hispanos y los nuevos votantes se decanten por Kerry, cuya victoria podría contribuir a reactivar la economía si acierta a generar unas expectativas de paz en Oriente Próximo y en Irak.

Bush se negó a suscribir el tratado de desarme de armas biológicas y químicas, pero también los acuerdos de Kioto, ahora aceptados por Rusia. Su desprecio al medio ambiente ha ido tan lejos que ha autorizado unas prospecciones petrolíferas en Alaska que Kerry ha prometido revocar.

Los detractores de Kerry aseguran que es una incógnita. No lo creemos porque su trayectoria personal y política es intachable. Pero quien ha dejado de ser una incógnita es el presidente Bush.Su unilateralismo supone un peligro para la paz mundial y nos conduce a un enfrentamiento frontal con el mundo musulmán. No queremos ni imaginar lo que supondría Bush al frente de EEUU otros cuatro años, por lo que estamos seguros de que Kerry, con todas sus limitaciones, será un presidente mucho mejor.




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